lunes, 24 de agosto de 2009

COTO PRIVADO DE CAZA

Justo al despertar la vida parecía esperar impaciente mi conciencia a las 6 de la mañana de cualquier día en los pies de la cama. Como era habitual de un salto sin desperezarme delante del espejo lavándome la cara me vinieron cosas a la cabeza, palabras sueltas, como de costumbre que yacen vagando por la mente inconsciente. Al sujetar mi lentilla tembló la yema de los dedos, algo se detuvo, sería el tiempo…

Por un momento abandoné mi cordura y flote entre loscos. Pude ver algo raro, más adentro de un simple iris verde del color de las botellas de vidrio, como una especie de bancal colmado de enebro, robles y pinos carrascos que se movían en función del viento y que cuando se quedaban en calma parecía agua estancada, pero inhundada de luz…

Quizá entendí al abandonarme en ese estado que hay algo que me separa de la realidad que todo el mundo tiende a pisar, dándole explicación a todo. Era como gozar la sensación de tener la mente lo suficientemente avispada para captar gamusinos por Sierra Espuña en el centro de la noche, pero podía ser cualquier otra cosa…

Liberada de la presión del suelo que por tanto privarme, me había privado de todo, un grito en la boca de los pozos de la nieve hizo que la lentilla crujiera bruscamente esparciendo todo el gas permeable, como si notara la densidad de dioptrías que contenía, como si estuviera colapsada por la marea exterior, como si quisiera desintoxicarse del quicio del vicio, como si quisiera alejarse de la racionalidad, como si quisiera seguir inmersa en ese microclima…

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