viernes, 30 de octubre de 2009

HUÉSPED

Durante los siguientes días, desplomado de una lejanía cegada ante el recuerdo se describe un hombre temiblemente gris, desde el envés del ser, masificado por marañas de humo denso y miradas furtivas rasantes por la ventana, tendiendo minutos que se fragmentan ante un nítido cristal que la contiene a ella, que lo mantiene a flote al nivel del mar aún en distinta orilla.

En noches de otoño vuelve a verla brillar entre pilares, ante la luz de las estrellas y le susurra desde dentro de su paisaje de llanuras desiertas e ignífugas como un niño desconcierto que nadie hay a su alrededor.
Ella es la dueña de su mar, la que se mece en los pasillos de su oquedad y desestanca su sumidero más profundo, el de la soledad de su alma y la que clava dentro del agua las manos para escurrirle lentamente las lágrimas que bajan por el vidrio que divide ambas fracciones de vida.

Le goteaba, espesa, la sangre del espíritu, pero las gotas se disipaban en la nada por culpa de la filtración de su llanto herido. Decúbito supino, pensaba que ella fue una vez guerrera de mundos ingentes a la sombra de una pérgola sin tensores justo donde suelen ir los reticentes de palidez y cargados de espíritu.

Justo en ese momento, en el páramo herido de su corazón brotó otra persona, otro hermoso Eder curándose una y otra vez las llagas en aquella ventana al mar de sus ansias, condenado a no cambiar, sólo invadido por una brizna mínima, incierta e injustificada, pero aun así lo mas balsámica, expectativa.

2 comentarios:

  1. Una segunda parte preciosa, al contrario de lo que se dice como coletilla, esperanza y una luz donde antes apenas quedaba nada :)

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  2. Trata de curarse entre cantos y lloros que colman el estar y desestar de un alma dormida a la vez que dolida. Gracias Antonio!

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